Publicar filosofía
Hace rato que no escribía un blog. Los blogs todavía existen, según atestiguan algunas publicaciones que estoy leyendo recientemente. No te digo cuáles para no aburrirte.
Estaba pensando qué tan difícil es publicar filosofía hoy día en revistas académicas y por qué está mal que pongan tantas trabas para publicar. Es un problema epistemológico, porque se supone que las revistas académicas escogen los mejores trabajos y filtran los malos, que evitan que se publiquen plagios y que son ellas mismas un archivo de la disciplina. En resumen: es un problema epistemológico porque las publicaciones aquellas son una herramienta para el progreso del conocimiento, del pensamiento, de la sabiduría, o de lo que quiera que sea la aspiración colectiva de la profesión. Pero resulta que las suposiciones que acabo de mencionar son todas falsas. ¿Por qué siguen existiendo, si de hecho no son esa herramienta? La hipótesis más atractiva (que se me ocurre, ni más faltaba) para explicar la persistencia de estas publicaciones es que existe un sistema que incentiva su continuidad y desincentiva su desaparición. Las razones para esto te las quedo debiendo.
“Para concluir”, resulta que, no obstante, no es nada difícil publicar filosofía. ¿La razón? Siguen existiendo los blogs, en sus versiones online y offline. Acabas de leer un ejemplo online que lo demuestra. Un ejemplo que es en sí mismo malo, tosco, pero sirve para los propósitos del día de hoy.
Algo tiene de atractivo la metodología de toma de notas del detective Rustin Cohle. En algunas partes, tiene uno la impresión de que las notas de Cohle tienen vida propia, de que no necesitan una fuerza externa que las venga a mover para que vengan a existir nuevas notas. Y las notas a veces son también dibujos. Con los dibujos esta impresión es todavía más fuerte.