La razón #2 por la que no deberías hacer un doctorado (en filosofía)

Con algunas excepciones, fuera de la academia (y a menudo también adentro, ¡ouch!) a nadie le importa tu pericia hiperespecializada. En el mercado laboral serás una papa caliente.

La razón #2 por la que no deberías hacer un doctorado (en filosofía)
Cabeza de un rey de Acadia

¿Que he estado pesimista? Quédate, que esto se pone peor. Hoy voy a decir que hay más razones para el pesimismo.

Primero, voy a insistir en lo siguiente (versión extendida acá):

La razón reina por la que no deberías hacer un doctorado (en filosofía) es la siguiente. Asumo que, debido a la falta de posiciones académicas, la mayoría de las personas que se gradúan de un doctorado, al cabo de unos años, se verán forzadas a competir por un trabajo por fuera de la academia. En este caso, el mercado laboral castiga severamente a alguien que tiene un doctorado en comparación con alguien que no lo tiene pero que tiene experiencia laboral. Esto debería ser suficiente para desmotivar a quienes están pensando que van a salir mejor en lugar de peor al terminar el doctorado.

Ahora, como prometí, hay más razones para el pesimismo. Acá van.

Hay muchos doctorados que no vale la pena hacer

De entre las opciones que hay para escoger dónde hacer un doctorado, la mayoría son malas opciones.

Primero, la mayoría son malas opciones porque la mayoría son instituciones que no ofrecen los recursos suficientes para tener una buena formación en investigación y docencia. Hablo de lugares que ofrecen un programa doctoral porque saben que hay clientela, pero que están muy lejos de ofrecer buenos recursos formativos. En el caso de la filosofía, ofrecer buenos recursos formativos consiste en: acceso constante a información y a interacción con personas que puedan ayudar a mejorar quien estudia un doctorado.

Esto es lo principal que uno hace en un doctorado en filosofía: escribir textos. Así que buenos recursos formativos requieren meterle candela a esa línea de producción de maneras como las siguientes: acceso a libros, a bases de datos, a recursos para viajar a conferencias, a interacción constante con el supervisor, y a interacción constante con otros colegas. Otra vez, insisto: la mayoría de sitios que ofrecen un programa doctoral no son sitios en los que esto sea posible. Estos recursos son sustanciales.[1]

Segundo, la mayoría son malas opciones porque hay escasa oportunidad de formación complementaria en cosas como habilidades de hablar en público, habilidades de presentación, habilidades de diseño de hojas de vida, habilidades de comunicación en el ambiente profesional. Esta formación complementaria no es una menudencia nimia, sino que es algo clave, porque recordad: el doctorado tiene un punto final y la persona graduada necesitará hacer uso de estas habilidades complementarias para competir tanto en el mercado laboral académico como en el no académico. Muchas personas creen que estas habilidades vienen de cuna. A diferencia de lo que esas personas piensan, estas cosas se pueden hacer de una mejor o peor manera, y existen programas de formación para hacer explícito cómo es posible mejorar en estas cosas. Así que lo que afirmo es: la mayoría de sitios que ofrecen un programa doctoral no ofrecen la necesaria formación complementaria de este tipo y por eso no vale la pena hacer un grado doctoral en estos sitios.

Tercero, hagamos una suposición bastante generosa con el mundo de los doctorados. Supongamos que has tenido una gran suerte: has solicitado admisión a un programa muy bueno, con una comunidad académica de primera línea y buen acceso a recursos, además de un programa de formación complementaria también de primera línea. Estás camino de tener un gran título doctoral. Toma, acá lo tienes. Ahora, ¿qué puedes hacer mejor que antes no? Y, la pregunta más relevante: ¿qué puedes hacer mejor que una persona que no estudió un doctorado? Una lista no exhaustiva:

  • Puedes entender textos difíciles dentro de tu tema de especialidad.
  • Puedes hacer aportaciones novedosas a tu tema de especialidad.
  • Puedes publicar esas aportaciones en revistas dirigidas a especialistas.
  • Puedes discutir a profundidad con estos especialistas.
  • Puedes distinguir aportaciones novedosas de otras que no lo son.
  • Puedes orientar seminarios dirigidos a estudiantes de maestría sobre tu tema de especialidad. [2]
  • Puedes orientar seminarios dirigidos a estudiantes de pregrado sobre distintos temas que no pertenecen a tu área de especialidad.

No es poca cosa saber hacer eso muy bien. Es importante que haya respuestas novedosas a problemas de gran interés. El problema: probablemente no sabes hacer mucho más. Específicamente: de nuevo bajo la suposición de que es más probable que, de todas maneras, termines compitiendo por una posición no académica, todo lo anterior no servirá de nada fuera de la academia. Con algunas excepciones, fuera de la academia (y a menudo también adentro, ¡ouch!) a nadie le importa tu pericia hiperespecializada. En el mercado laboral serás una papa caliente. Con toda probabilidad, poco de lo que vas a hacer va a valer la pena en este contexto.[3]

Es más: las disciplinas académicas perseguidas a este nivel no valen la pena

Recueda que estoy hablando del nivel doctoral, donde las aportaciones novedosas son el estándar (en el mejor de los casos) o bien la pseudocompra del diploma (en el peor). Hay un argumento decente por el cual perseguir esto no vale la pena, y es este: lo más valioso que tienen las disciplinas académicas, en el contexto alcanzar un entendimiento de las disciplinas y en el contexto de las competencias para el mercado laboral, está en los niveles previos al doctorado. Del doctorado para adelante, ya no hay mucho que valga la pena.

¿Por qué? Porque del doctorado para adelante casi todo son penas y burocracia, y los deleites intelectuales son pocos. Lo que uno quiera sacar de provecho en términos de conocimiento lo puede sacar de la maestría para atrás y, si a uno le apasiona la disciplina, continuar una vida de contemplación por fuera de las escalinatas académicas. Adentro, se trata de un mero trabajo, como cualquier otro, con pocos momentos de delectación. La ansiedad por el estatus y por la estabilidad le quitan casi todo el valor que la delectación pueda tener.

No vale la pena, no lo hagas.

Si no fui persuasivo... un poema divertido de Beckett

En las próximas dos semanas vienen otro par de entradas sobre este tema ya manido, prometo que las últimas. Esto se pone todavía peor, pero no tampoco tan malo como lo peor de lo peor:

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  1. Acá va un ejemplo: el acceso institucional a una base de datos es extremadamente costoso, y solo unas cuantas instituciones pueden pagarlo. Quien está haciendo una investigación doctoral a menudo necesita acceso a muchas bases de datos simultáneamente y muchas menos instituciones pueden pagarlo. Este acceso no garantiza el éxito de una investigación, pero la falta de acceso sí dificulta muchísimo hacer lo que hay que hacer. ↩︎

  2. Excepción 1: no todas las personas salen de un doctorado con un perfil de docencia. A menudo el nivel de especialización que exige un programa doctoral impide desarrollar experiencia docente, por lo cual un recién graduado de un doctorado no necesariamente es un buen orientador de seminarios para maestría. Excepción 2: suponiendo que el estudiante doctoral ha tenido experiencia docente, a menudo esta experiencia es estrecha en su área de especialidad y por eso no tiene un perfil docente comparativamente competititivo. ↩︎

  3. Hay otros contextos. Por ejemplo, si consideras que hacer aportaciones novedosas a un campo especializado de una disciplina académica tiene un valor esencial, y no un valor para el mercado laboral, entonces puede haber un espacio razonable de maniobra para la conclusión de que deberías hacer el condenado doctorado. ↩︎