Palabras: 1498

A mí nadie me dijo que no fuera a la universidad a estudiar filosofía. Y eso estuvo bien. Tampoco nadie me dijo que no hiciera una maestría en filosofía. Y eso estuvo bien también. Pero sí me advirtieron que no estudiara un doctorado en filosofía. Por un tiempo yo mismo me aconsejé en contra de hacerlo. Y eso estuvo bien también. Por eso tiene valor conocer por anticipado por qué no. Si al final del ejercicio (como fue mi caso) uno termina decidiendo que sí, eso es un indicador (aunque imperfecto) de que la decisión es buena.

Pero (probablemente) lo mismo no vale para ti. En esta entrada explico por qué.

[Pensé que esto iba a ser una sola entrada, pero se convirtió en varias. En esta de hoy solo voy a hablar de la primera razón para no hacer un doctorado (en filosofía). Mantente en sintonía.]

Tres aclaraciones.

Aclaración 1: estoy sesgado porque estoy haciendo un doctorado (en filosofía). Estoy sesgado porque desde acá, desde adentro, las razones negativas tienen más peso. Tienen más peso porque las tengo más a la orden del día, porque hablo más con gente que ha tenido experiencias negativas y porque yo mismo, temiéndole al fracaso ulterior, tengo más razones para exagerarlas en mi fantasía de un futuro desastroso. Algunos de ustedes dirán que este es un ejercicio de prolepsis terapéutica contra mi propio arrepentimiento. Mis biógrafes ya dirán a su debido tiempo si fue así.

Aclaración 2: como sugiere el título, a pesar de que el caso mío es que estoy haciendo un doctorado en filosofía, considero que esto es generalizable a otras disciplinas profesionales. Parte de mi argumento más largo (que solo se logra ver considerando todas las razones en su conjunto) es que no vale la pena perseguir una disciplina profesional al nivel de especialización que lo exige un doctorado. Y creo que, guardando algunas proporciones, esto vale para casi todas las disciplinas.

Aclaración 3: supongamos por un momento que, después de considerarlo todo, tu caso personal es que sí, que deberías hacerlo y vas sin miedo al abismo. De todas maneras, creo que tiene un valor para ti saber por anticipado cuáles razones deberían estar en la columna de los contras. Concedo por anticipado que existen casos en los que, después de considerar todos estos contras, sigue siendo mejor para algunas personas meterse por este ortigal. Pero eso no quita que el camino deje de ser un ortigal, ni que carezca de valor conocer por anticipado que lo es y por qué lo es.

Sin más balbuceos y masajes, acá va la razón #1 por la que pienso que no deberías hacer un doctorado (en filosofía).

Sí, el mercado laboral

puedes hacer lo que te dé la gana. Pero mi afirmación es que probablemente no deberías hacer un doctorado (en filosofía), lo cual significa que salvo excepciones para la mayoría de personas es mejor decisión no hacerlo en comparación con otras opciones decentes que existen. Esto es porque la decisión a menudo se toma contemplando un panorama de una manera muy limitada, y sería fácil ampliar el menú de opciones para que esa particular pierda parte de su atractivo. Sumado a mis razones en detrimento del atractivo a la opción de hacer un doctorado, el ampliar las opciones sería suficiente para que esta opción deje de aparecer con un aura luminosa en el paisaje de lo posible.

¿Y por qué? La razón #1 es el mercado laboral. Casi sin importar de qué disciplina profesional estemos hablando, las expectativas laborales para un graduado de un doctorado son muy malas cuando se comparan con las de alguien que, en lugar de hacer un doctorado, lleva varios años de experiencia laboral en los mismos trabajos que alguien con título doctoral. Esto tiene una excepción (que en realidad es un muy mal consuelo) que menciono al final.

No se trata de un secreto a voces. Hay evidencia de que mucha gente sabe esto. Lo que pasa es que existe un conflicto de intereses entre quienes entran a hacer un doctorado y quienes hacen el mercadeo de los programas doctorales. El conflicto de intereses consiste en lo siguiente. Quienes entran a hacer un doctorado a menudo lo hacen con información limitada e indebidamente sesgada hacia el optimismo sobre lo que viene después del grado. Por otro lado, quienes hacen el mercadeo (incluyendo, en algunos casos, los supervisores) necesitan atraer personas hacia esa línea de producción de la industria académica.

Esto hace que haya un interés en sesgar la divulgación de información. Esto no quiere decir que la información desalentadora no esté disponible. Lo que quiere decir es que cada universidad tiene a cargo la tarea de atraer gente hacia su línea de producción. Por lo tanto, la información que hay es resultado de una tarea motivacional a cargo de personas que no tienen la responsabilidad de divulgar información que tenga en cuenta el interés futuro de quienes están en la búsqueda.

¿Cuál es ese interés futuro?

El interés futuro es simple: encontrar un trabajo para el cual el doctorado cuente como un requisito fundamental. No digo simplemente encontrar trabajo. Digo uno en el que el grado doctoral sea requisito fundamental. Esto es sencillamente porque los criterios de selección para trabajos para los que el doctorado no es requisito fundamental explícitamente tienen preferencia por personas que tengan experiencia en el área relevante y no por personas que tengan un doctorado.

Concretamente, si la elección que enfrenta alguien encargado de la selección es entre los candidatos A y B, el criterio de preferencia es muy a menudo A y casi nunca B:

A B
Persona con experiencia y sin doctorado Persona con doctorado y sin experiencia

Ejemplos de estos trabajos:

  • Escritor a destajo.
  • Consultoría especializada para una compañía del sector privado.
  • Trabajos de revisoría editorial en editoriales comerciales.
  • Asesoría de mercadeo.
  • Profesor no universitario o profesor particular.
  • Emprendimiento de coaching.

Estos son solo unos ejemplos para los que una maestría o un pregrado bien hecho (en filosofía) deberían preparar a alguien lo suficiente para comenzar una carrera profesional con una razonable expectativa de buen desempeño. Mi afirmación no es que no deberían estudiar filosofía, sino que lo más probable es que un doctorado en esta disciplina no sea la mejor el mejor uso de varios años de la vida de una persona en condiciones normales.

Por supuesto, existen personas en condiciones no normales, como por ejemplo:

  • Personas que heredan fortunas y que no tienen presión familiar para comenzar a trabajar.
  • Personas que tienen muy buenas condiciones de financiación de sus programas doctorales.
  • Personas que, como parte de un camino de formación profesional en su posición actual, hay incentivos financieros para a hacer el doctorado.

Para el resto de personas, las condiciones de financiación de un doctorado a menudo no son superiores en comparación con las de comenzar ya mismo en una de los trabajos de arriba.

Y ahí está expuesta, de la manera más sucinta que pude, la razón #1 para no estudiar un doctorado (en filosofía).

La excepción reina

Para terminar expongo la razón reina por la cual la única opción es meterse a hacer un doctorado (en filosofía).

La excepción es tener aspiraciones de ocupar un puesto como profesor universitario o como investigador a nivel universitario. Siquiera que sea mínima, esta aspiración invalida, hasta cierto punto, el pesimismo que he expuesto más arriba. Y quizás también el pesimismo sumado de todas las razones que voy a exponer en las semanas que vienen. Si en tu caso (por más que trates, y después de leer esto y lo que viene) no es posible encontrar un contraveneno personal para esta aspiración, no hay salida más que caminar el ortigal.

No deja de ser un ortigal porque el camino doctoral es arduo y toma varios años de la vida que podrían ser los mejores en el desempeño de una profesión. Años que pueden no aportar nada si, después de una competencia por plazas universitarias, no tienes suerte obteniendo una y debes prepararte para aspirar a puestos para los que no es necesario un título doctoral, y debes competir con personas jóvenes y con experiencia relevante; personas que, insisto, son explícitamente preferidas cuando compiten con personas con título doctoral. La razón es sencilla: en la mayoría de los casos, por diseño, el doctorado da como resultado profesionales que no saben hacer otra cosa que ejercicios de escritura creativa de artículos con un formato restrictivo, artículos que tienen valor solamente en publicaciones especializadas dirigidas a (en el mejor de los casos) un puñado de personas o (en el peor) a la satisfacción personal de los mismos escritores.

Pero, sin rodeos, concedo como cierto que el camino doctoral es, hoy día, el único para quien tiene este tipo de aspiraciones.

La razón #1 por la que no deberías hacer un doctorado (en filosofía)